Una de las historias más curiosas
de los Mundiales se produjo unos meses antes de que empezase la edición de 1966
en Inglaterra. El trofeo Jules Rimet, la Copa del Mundo, había sido robada y el
encargado de dar con ella fue un perro de nombre Pickles.
Todo comenzó en marzo de 1966,
cuando una compañía especializada en sellos llamada Stanley Gibbons alquiló el
trofeo de oro macizo y valorado en unas £30.000
para una exposición organizada en el Westminster Central Hall de Londres.
Exhibido en una vitrina, la sala estaba permanentemente vigilada por cinco
guardas de seguridad. Sin embargo el domingo 20 de marzo, un día después de la
inauguración de la exposición, el vigilante más cercano a la Copa del Mundo
tuvo el día libre. A mediodía el asaltante o los asaltantes rompieron una
puerta trasera y se llevaron la Copa.
Un niño observa el trofeo en la exposición |
La FIFA y su presidente Stanley
Rous entraron en pánico al observar que a falta de tres meses para que diese el
comienzo el Mundial el trofeo había desaparecido. Scotland Yard y su inspector
Bill Little interrogaron a un guarda y a una mujer que declararon haber visto a
una persona merodear por los alrededores del trofeo durante la mañana. Por ello
la policía declaró que se buscaba a un individuo de unos 30 años, estatura
media, labios finos, pelo negro y con una cicatriz en la cara.
La Federación Inglesa cuando la
noticia no había salido aún a la luz pública quiso cubrirse las espaldas y por
medio de su secretario general, Denis Follows, preguntó a un conocido orfebre
si se podía realizar una réplica del trofeo Jules Rimet. Unas horas más tarde Scotland
Yard recibió una llamada de una persona que decía que al día siguiente en la
sede del Chelsea recibirían un paquete. En el interior figuraba una carta que exigía
£15.000 en billetes de cinco y una libra. Poco
después reciben otra carta que cambia las instrucciones iniciales y piden el
dinero en billetes de cinco y diez. En el paquete aparece el nombre de Jackson,
un trabajador de los muelles que posteriormente es detenido y confiesa que no
sabe nada del trofeo, que sólo pretendía ganar algo de dinero con este suceso.
Luego se conoció que su nombre real era Edward Betchley, un ex soldado de 46
años que había combatido en la Segunda Guerra Mundial en Egipto e Italia.
La angustia y el temor por no dar
con el trofeo fue in crescendo con el paso de los días, después de no volver a
tener noticias sobre un posible rescate ni avanzar Scotland Yard en sus
investigaciones. Es en este momento cuando entra en escena Pickles, un perro de
cuatro años de la raza collie de pelo blanco y manchas negras. Paseaba junto a
su dueño David Corbett hasta que empezó a escarbar en las proximidades de un jardín
y encontró algo envuelto en papel de periódico. David lo abrió y ante sus ojos
se encontraba el trofeo Jules Rimet, una Copa que con anterioridad habían
alzado José Nasazzi y Obdulio Varela de Uruguay, Giampiero Combi y Giuseppe
Meazza de Italia, Fritz Walter de Alemania e Hilderaldo Luiz Bellini y Mauro
Ramos de Brasil.
Pickles en el lugar donde encontró la Copa Jules Rimet |
Rápidamente David Corbett se
dirigió a la comisaría de Gypsy Hill en Crystal Palace donde comentó a la policía
como se había producido el descubrimiento. Scotland Yard en un principio
desconfió de su relato y le interrogó hasta las 2:30 de la mañana pero al final
acabo creyendo su versión.
Inglaterra y el mundo
futbolístico tenían a un nuevo héroe y no se trataba de un jugador, sino de un
chucho. Ambos recibieron una recompensa,
£6000 en el caso de David y comida gratis para Pickles hasta
el fin de su existencia. También y como muestra de agradecimiento asistieron a
la cena oficial que dio la reina Isabel II tras el triunfo de Inglaterra sobre
Alemania en la final del Mundial.
Pickles
murió un año más tarde, en 1967, pero le dio tiempo a intervenir en la película
El espía con la nariz fría y en numerosos programas de televisión. Enterrado en
el jardín trasero de la casa de David Corbett en Lingfield (Surrey), al sur de
Londres, gracias a su olfato el capitán Bobby Moore pudo levantar en Wembley el
trofeo Jules Rimet por primera y única vez en la historia de Inglaterra.
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