La
selección española de fútbol debutó en una Copa del Mundo en la edición
de 1934 celebrada en Italia. Cuatro años antes no había participado en
el Mundial de Uruguay, debido principalmente a la oposición de los
clubes a ceder a los jugadores durante tres meses.
Para el torneo en tierras italianas
juntó a una de las mejores generaciones de la historia del país donde se
encontraban entre otros Ricardo Zamora, Jacinto Quincoces, José Iraragorri, Guillermo Gorostiza, Isidro Lángara o Luís Regueiro. El seleccionador era el doctor Amadeo García de Salazar, impulsor de la fundación del Deportivo Alavés, mientras que el encargado de la parcela técnica fue Ramón Encinas,
antiguo jugador del Pontevedra y Racing de Vigo. En la fase de
clasificación superaron a Portugal mientras que en la primera ronda de
la competición mundialista se vieron las caras con Brasil. Las apuestas
daban como favorita a la canarinha que contaba con Leônidas, Waldemar de Brito o Patesko pero el equipo español cuajó un gran encuentro y venció por 3-1 (Iraragorri 2 y Lángara / Leônidas).
En cuartos tocaba enfrentarse a los anfitriones, una selección italiana
que no traía buenos recuerdos a los hispanos tras la eliminación en los
Juegos Olímpicos de 1924 con el célebre autogol de Vallana y de 1928 al
encajar un sonrojante 7-1 en el choque de desempate. En partido oficial
sólo habían derrotado a los transalpinos en los Juegos de Amberes de
1920 y de aquel conjunto el único que continuaba en activo era Zamora. En esta Copa del Mundo se iba a escribir un nuevo capitulo de los duelos entre ambas escuadras que pasó a la historia como “La Batalla de Florencia”.
El 31 de Mayo de 1934 saltaron al estadio Giovanni Berta los 22 protagonistas junto con el colegiado belga Louis Baert y los asistentes Bohumil Zenisek, checoslovaco y Mihaly Ivancsics, húngaro. En España formaron Zamora, Ciriaco, Quincoces, Cilaurren, Muguerza, Fede, Lafuente, Iraragorri, Lángara, Luis Regueiro y Gorostiza y en la azzurra Combi, Monzeglio, Allemandi, Pizziolo, Monti, Castellazzi, Guaita, Meazza, Schiavio, Ferrari y Orsi.
La contienda se inició con el equipo español teniendo el control de la
mano de Muguerza. El ritmo del encuentro era altísimo y el juego muy
físico. Empezaron a verse los primeros encontronazos, como uno entre
Orsi y Cilaurren en el que el vasco se dolió de la boca y se reclamó un
penalti sobre Iraragorri sin que se decretase la pena máxima. Quincoces
salvó un gol en la línea y a renglón seguido llegó el gol español. El
“Chato de Galdácano” fue objeto de una falta por parte de Monti en la
que caería lesionado, Lángara la sacó con rapidez y asistió a Luis Regueiro para que empalmase con la zurda y batiera a Combi.
El silencio del coliseo florentino sólo se vio interrumpido por el
aplauso de unos pocos aficionados españoles allí presentes. A partir de
ahí, Italia se lanzó con gran coraje al ataque obteniendo un gran número
de córners a su favor y haciendo que Zamora se emplease a fondo. El
empate azzurri se produjo al borde del descanso en un tanto que no debió de subir al marcador. En
un centro al área sin demasiado peligro Schiavio dio dos puñetazos a
Zamora que le impidieron despejar y Ferrari a puerta vacía puso la
igualada.
En la segunda parte, Italia pasó por encima de forma literal de los jugadores españoles. Golpes, patadas, codazos, el choque era una batalla campal y
el árbitro belga lo consentía con una permisividad pasmosa. Casi todos
los acercamientos de España a la portería de Combi eran cortados
mediante falta que no eran señaladas. Mientras la defensa comandada por
Ciriaco y Quincoces estaba a un nivel excelso y repelía las ofensivas
locales, empleándose también en ocasiones con dureza. Hubo un tanto
anulado a Lafuente por una presunta falta que nadie observó y de este
modo finalizaron los 90 minutos reglamentarios. En el tiempo extra el
cansancio se notó en ambas escuadras y apenas hubo oportunidades de gol.
Zamora recibió una patada en un ojo y varios jugadores transalpinos
necesitaron de asistencia médica en un enfrentamiento que concluyó 1-1.
Equipo español en el primer encuentro |
Pozzo con sus jugadores antes del primer choque |
La FIFA quería que el partido de desempate se jugase lo antes posible y dictaminó que fuese al día siguiente en el mismo escenario. Las secuelas del primer encuentro se hicieron notar y el parte de bajas fue numerosísimo. Amadeo García de Salazar no pudo contar con siete hombres lesionados, Ricardo Zamora (con dos costillas fracturadas), Ciriaco, Fede, Lafuente, Iraragorri, Gorostiza e Isidro Lángara que fueron sustituidos por Nogués, Zabalo, Lecue, Ventolrá, Chacho, Bosch y Campanal respectivamente. En el plantel italiano se cayeron del once Pizziolo, Castellazi, Schiavio y Ferrari siendo reemplazados por Ferraris IV, Bertolini, Borel y Demaría. Arbitraba el suizo Rene Mercet ayudado por los líneas del anterior choque.
El guión siguió por los mismos derroteros en el segundo acto y Bosch resultaba lesionado por Monti nada más empezar el partido. España se quedaba en inferioridad y sólo aguantaría las tablas unos minutos. El tanto transalpino de nuevo fue polémico al aprovechar Meazza en un córner la carga ilegal de su compañero Demaría sobre el arquero Nogués. El cuadro hispano se lanzó al ataque pero echaba en falta a un rematador nato y sufría la violencia del tándem Monzeglio-Allemandi. En el minuto 30 regresó Bosch pero su participación se limitó a estar presente en el campo ya que apenas podía correr. Las siguientes victimas fueron Chacho que ante una violentísima entrada quedó cojo y Quincoces que se lamentó de un fuerte golpe en un costado tras ser arrollado por un rival. A la vuelta de los vestuarios se anuló un gol de Regueiro por fuera de juego de Campanal que derivó sin éxito en fuertes protestas al colegiado suizo. El bando español con mayoría de suplentes en su once se mostró superior a escuadra azzurra en muchos tramos del partido. Lecue, Zabalo o Nogues completaron una gran actuación y suplieron de forma excelente a sus compañeros contusionados.
Meazza perforó la red española |
En el ecuador de la segunda parte Quincoces tuvo que retirarse varios minutos del terreno de juego por la lesión en la espalda y el entrenador español recolocó a su equipo con Cilaurren en defensa y a Regueiro en la media. Cuando el defensa de Baracaldo volvió, el que se marchó definitivamente del partido fue Bosch que no aguantaba más los dolores. En los últimos instantes una España muy mermada (Regueiro y Zabalo se sumaron a la lista de tocados) lo intentó sin éxito y acabó sucumbiendo por la mínima. Los pupilos de Pozzo se dirigieron al centro del campo a realizar el saludo fascista y los españoles a modo de ironía hicieron una parodia de este gesto como muestra de su enfado y disconformidad ante el arbitraje sufrido. Pocos días más tarde la FIFA sancionó tanto al belga Baert como al helvético Mercet e incluso este último también fue castigado por su Federación.
España regresó a casa en loor de multitudes y el gobierno quiso recompensar a aquel equipo unas semanas después. Niceto
Alcalá Zamora otorgó la Orden Civil de la República al presidente y al
tesorero de la Federación Española de Fútbol, al seleccionador Amadeo
García de Salazar y a Ricardo Zamora y la insignia de caballero al resto
de convocados. Todos ellos junto con los futbolistas azzurri dejaron para la historia de los Mundiales la confrontación conocida como “La Batalla de Florencia”.
Accidentalmente encontrado tu blog, es como su estilo de escritura. España es un equipo muy bueno, a mí me gustan, como su historia, pero también me gusta su espíritu deportivo.
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