El primer Mundial de fútbol tuvo
lugar en Uruguay en 1930. Dos años antes, el por entonces presidente de la FIFA
Jules Rimet, había encargado al prestigioso escultor francés Abel Lafleur la
creación de una copa para entregar al ganador. Fue en la joyería Christofle de
París donde se realizó el trofeo en el
cual estaba representada la diosa griega Niké sosteniendo una copa.
Fabricado en oro macizo, tenía una altura de 35 centímetros,
pesaba casi 4
kilogramos y su coste fue de 50.000 francos suizos.
Antes del inicio de la II Guerra
Mundial se celebraron tres Campeonatos del Mundo con Uruguay e Italia en dos
ocasiones como vencedores. En la historia los tres primeros capitanes que
tuvieron el honor de levantar la Copa Victoria (así se llamaba entonces), fueron
José Nasazzi, Gianpero Combi y Giuseppe
Meazza en 1930, 1934 y 1938 respectivamente. El conflicto bélico estalló en
1939 y en ese momento la copa estaba en poder de la Federación italiana de
fútbol.
Jules Rimet entregando la Copa a Meazza en 1938 |
Los nazis invadieron muchos
territorios europeos y bien es sabido que entre sus objetivos estaba hacerse
con tesoros, obras de arte y piezas de museo. En un principio el galardón se
encontraba en una caja de seguridad de un banco de la capital Roma. Sin
embargo, el vicepresidente por entonces de la Federación italiana, el señor
Ottorino Barassi, no estaba muy convencido de si era el sitio más adecuado y en
secreto la sacó del banco. Su paradero no fue otro que la casa que tenía en la
Piazza Adriana y más concretamente su habitación. Allí debajo de la cama y en una caja de zapatos refugió al trofeo de las
garras del Tercer Reich.
Una mañana del año 1941 varios miembros
de la Gestapo se presentaron por sorpresa en su hogar. Le interrogaron sobre el
trofeo y si sabía donde se encontraba. El directivo transalpino negó conocer el
paradero y les comentó que el CONI (Comité Olímpico Nacional Italiano) y la
Federación de fútbol probablemente lo habían enviado a Milán. Los hombres de la
policía secreta alemana registraron algunos rincones de la casa pero al no
encontrar nada se marcharon resignados.
En 1943 la copa pasó de nuevo a
manos de la Federación italiana que depositó su confianza en el abogado Giovanni
Mauro. El letrado, un hombre de fútbol, le entregó el trofeo a su amigo Aldo
Cevenini, exfutbolista de Milan, Inter o Novese, para que lo ocultara en su casa de campo de Bembrate di
Sopra, a las afueras de Bérgamo.
Cuatro años más tarde la copa volvió
a la FIFA con vistas al Mundial de Brasil, ya
bautizada como Jules Rimet en honor al presidente de origen galo, después
del acuerdo al que se había llegado en 1946 en un Congreso del máximo organismo
del fútbol celebrado en Luxemburgo.
Barassi y Cevenini, dos de los guardianes del trofeo |
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