La figura de Alfredo di Stéfano
quedará ligada para la eternidad al balompié como uno de los grandes del
deporte rey. Sin su presencia el fútbol moderno y la historia del Real Madrid serían
muy distintas a lo que conocemos actualmente. Nacido el 4 de Julio de 1926 en
Barracas, un barrio de Buenos Aires (Argentina), fue un jugador completísimo.
Delantero rápido, hábil, muy inteligente y con gran capacidad de trabajo, era
un auténtico ‘killer’ como demuestran las cifras goleadoras que mantuvo durante
toda su carrera. Podía robar un balón en su área y en la misma jugada llegar al
marco contrario y conseguir un tanto. Se le conoció como la “Saeta Rubia”,
apodo que le puso el periodista argentino Roberto Neuberger por la velocidad
que tenía y por su cabello rubio.
Con la camiseta del Real Madrid |
Esa fue unas de las razones por la que Di Stéfano en el año 1946 sale cedido a Huracán, completando una gran campaña en la que consigue diez goles y es una de las revelaciones en el panorama nacional. En 1947 regresó a River para ser una pieza fundamental en la conquista del Campeonato confirmándose además como un artillero letal, al ser el máximo goleador del torneo con 27 dianas. Su estancia en el club de la banda roja se prolonga un par de temporadas, momento en el que se inicia una huelga de futbolistas en Argentina y la “Saeta Rubia” decide marcharse a Colombia.
En el país cafetero ficha por Millonarios de Bogotá donde coincide con antiguos compañeros como Pedernera y Rossi y entra a formar parte de un conjunto legendario que recibe el apelativo del “Ballet Azul”. Conquistan la Liga en tres oportunidades con Alfredo proclamándose mejor artillero y además obtienen una Copa. El cuadro capitalino que también contaba con otras figuras como el defensor colombiano Zuluaga, el tico “Fello” Mezza o el arquero Cozzi se hace muy conocido en Sudamérica y en 1952 es invitado por el Real Madrid para participar en los festejos por sus Bodas de Oro. Ganan el torneo tras empatar con los suecos del Norrköping y superar con claridad a los merengues y el delantero de Barracas enamora al mandatario blanco Santiago Bernabéu.
Unos meses después ambos equipos vuelven a encontrarse en la Pequeña Copa del Mundo celebrada en Caracas y ahí es donde se inician las negociaciones para un traspaso al club blanco. Sin embargo no solo el Real Madrid está interesado por el argentino puesto que el F.C. Barcelona también había puesto sus ojos en él llegando a pagar 4 millones de pesetas a River Plate. La FIFA en ese momento indicó al cuadro blaugrana que el pase del jugador pertenecía a Millonarios hasta 1954 y la guerra Real Madrid-F.C. Barcelona por su fichaje estalló. Bernabéu concretó un acuerdo con su homólogo en la presidencia de Millonarios el señor Senior y finalmente el organismo que rige el fútbol mundial tomó cartas en el asunto. Decide que Di Stéfano juegue dos campañas en el equipo blanco y otras dos en la entidad culé de forma alterna pero el presidente del conjunto catalán Enric Martí declina la propuesta. La “Saeta Rubia” entonces se traslada a Madrid en Septiembre de 1953 y un mes más tarde el F.C. Barcelona toma la decisión de renunciar al futbolista, que tiene vía libre para continuar su carrera en las filas merengues.
El estreno de Di Stéfano con la camiseta blanca se produce en un amistoso ante el Nancy y el debut oficial es en la Liga frente al Racing de Santander. El club de Concha Espina llevaba casi dos décadas sin levantar el título de Liga pero con la llegada del argentino los triunfos y éxitos serán una constante. Y eso que sus primeras actuaciones dejaron la duda en los aficionados que pensaban que el fichaje había sido un error. Sin embargo en la jornada 7 ante el F.C. Barcelona hizo un doblete en el triunfo por 5-0 y a partir de ahí su rendimiento aumentó considerablemente. El club blanco ganó la Liga y el fabuloso equipo que dominaría Europa empezaba a formarse con las llegadas también de Gento o Mateos.
En la temporada 1954-1955 revalidaron el entorchado doméstico y además llevaron a las vitrinas de la entidad la Copa Latina, competición que reunía a los campeones nacionales de Italia, España, Francia y Portugal. El gran paso del club blanco llegó con la creación de la Copa de Europa a partir de una idea del diario L`Equipe. El torneo dio un impulso al Real Madrid para ser el mejor conjunto del planeta y también coronó a Di Stefano como uno de los jugadores más brillantes que han existido. Cinco trofeos seguidos, siendo la “Saeta Rubia” protagonista en todos ellos y marcando al menos un tanto en cada final, hito que aún nadie ha podido igualar.
Aún así el recorrido hacia los títulos no fue un camino de rosas y en varias ocasiones sufrieron de lo lindo para seguir en la disputa por el torneo. Sucedió por ejemplo en los cuartos de final de 1956 contra el Partizan, donde la nieve dio un disgusto a los hombres de Villalonga, en la propia final ese año en la que solo pudieron derrotar en la prórroga al Stade de Reims, en la primera ronda en 1957 cuando Santiago Bernabéu hizo famosa la “Santiaguina” ante el Rapid de Viena o en la final de 1958 frente a un extraordinario Milán que solo cedió después de un gol de Gento en el tiempo extra. Di Stéfano estuvo rodeado de excelentes jugadores como Kopa, Gento, Rial, Puskas o Santamaría pero siempre sobresalió y asumió un rol por el bien del conjunto que hizo más grande su figura. Además de en Europa en España también continuaron cosechando triunfos con Alfredo comandando al equipo. La Liga en 1957 y 1958 llegaron también con el premio ‘Pichichi’ para la “Saeta”, que logró un total de cinco en su carrera. Mientras que la Copa fue un dolor de muelas para los blancos en aquella época. Athletic y Atlético de Madrid les apartaron del triunfo en tres ocasiones y Di Stéfano solo logró sacarse la espina en 1962 tras vencer al Sevilla.
La década de los 60 trajo un declive en competiciones europeas al conocer la derrota ante el F.C. Barcelona y luego en dos finales ante Benfica e Inter de Milán. Pero en España la hegemonía se prolongó y encadenaron cuatro Ligas consecutivas, gracias también a la savia nueva que venía con fuerza desde atrás con los Amancio, Araquistain, Miera, Zoco o Félix Ruiz. El último entorchado tuvo lugar en el curso 1963-1964 y justo al comienzo de esa campaña el Real Madrid viajó a Caracas para participar en la Pequeña Copa del Mundo de Clubes. Allí Di Stéfano sufrió uno de los mayores sustos de su vida al ser secuestrado por miembros del FALN. El rapto duró tres días donde la “Saeta” fue bien tratado pero el temor a que le pasase algo grave siempre corrió por su cabeza. Le liberaron cerca de la Avenida Libertadores y tras acudir a la embajada española regresó al hotel con sus compañeros. Esa temporada Alfredo contaba ya con 37 años y las voces para un relevo comenzaron a escucharse. Su salida del club blanco no fue la que esperaba al irse enfadado con el presidente Bernabéu y el técnico y antiguo compañero Miguel Muñoz. Todo vino por el encuentro de la final de la Copa de Europa de 1964 contra el Inter. El hispano-argentino no entendió el planteamiento de Muñoz y le culpabilizó de la dura derrota. Fechas más tarde no le convocó para un duelo de Copa ante el Atletico de Madrid y los acontecimientos se precipitaron. Bernabéu se puso de lado de su entrenador y Di Stéfano entendió que era el momento de irse.
Así finalizaron once años de estancia en Madrid en los que logró un bagaje de 307 goles en 396 partidos, liderando además a uno de los mejores equipos que se han visto sobre un terreno de juego. Muchos aficionados pensaban que era el final de su carrera pero la “Saeta” quiso continuar en activo un par de temporadas más. Tuvo una oferta del Celtic pero finalmente aceptó una del RCD Español donde estaba Kubala y su excompañero Justo Tejada. Su nivel no era el de tiempo atrás pero siguió marcando goles con los pericos para contabilizar un total de 14 en 60 choques.
El final de su trayectoria se produjo el 3 de Abril de 1966 en un partido de Liga contra el Atlético de Madrid. La despedida definitiva fue en el homenaje que le brindó el Real Madrid en el Santiago Bernabéu el 7 de Junio de 1967. Salió de inicio y en el minuto 13 se quitó el brazalete de capitán para cederle el testigo a un prometedor Grosso.
River Plate 1947 |
Millonarios 1952 |
Argentina 1947 |
RCD Espanyol 1965 |
España 1961 |
Con la Selección Argentina fue internacional en seis ocasiones logrando el mismo número de tantos. Todos sus encuentros tuvieron lugar en el Campeonato Sudamericano de 1947 en Ecuador al que fue convocado por el técnico el técnico Guillermo Stábile. Ausente en el duelo de la primera jornada ante Paraguay, debutó en la segunda contra Bolivia. Salió en el minuto 30 sustituyendo a Pontoni y colaboró con un gol en la aplastante victoria de la albiceleste por 7-0. A partir de aquí ya no dejó la titularidad y con sus tantos ayudó a Argentina a conquistar el torneo por delante de paraguayos y charrúas. Tuvo un papel destacado en la victoria por 3-2 frente a Perú donde marcó el segundo de su equipo, ante los chilenos cuando logró la diana fundamental para cosechar un empate o contra Colombia a quien anotó un fabuloso triplete en el triunfo por 6-0. Sus seis dianas a lo largo de la competición le convirtieron además en el mejor artillero de la albiceleste y el segundo del torneo solo superado por el uruguayo Nicolás Falero.
En 1956 adquirió la nacionalidad española y con el equipo nacional hispano hizo su estreno un año más tarde. Concretamente se produjo en un choque amistoso contra Países Bajos en el Santiago Bernabéu donde la “Saeta Rubia” se lució con un hat-trick. Unos meses después el cuadro español empezó la fase de clasificación para el Mundial de Suecia 1958 que se convertiría en un sonado fracaso. Pese a contar con futbolistas de gran nivel y un excepcional ataque en el que se encontraban Miguel, Kubala, Di Stéfano, Suárez y Gento los pupilos de Manuel Meana fallaron ante Suiza en Madrid y Escocia en Glasgow y no acudieron a tierras escandinavas. El siguiente objetivo tuvo como fecha 1960 y la Eurocopa de Naciones que iba a celebrarse por primera vez. El sorteo deparó como rival en la calificación a Polonia que no iba a dar excesivos problemas. Di Stéfano comandó la victoria por 2-4 en el estadio Slaski con un doblete que dejó las cosas más sencillas para la vuelta. Celebrada en el Santiago Bernabéu los españoles doblegaron a los polacos por 3-0 con otra diana del delantero de Barracas y accedieron a la siguiente ronda clasificatoria. Allí esperaba la URSS pero por motivos políticos España no quiso jugar la eliminatoria y se quedó sin disputar el torneo europeo.
Los dos años posteriores el conjunto hispano solo participó en duelos amistosos, sobresaliendo Di Stéfano en varios de ellos. Claros ejemplos son el triunfo contra Austria por 6-3 con doblete del hispano-argentino, la victoria por 3-1 ante Italia en el Camp Nou con otro tanto de la “Saeta” o las dos goleadas logradas ante Chile (0-4 y 1-4) en una gira por Sudamérica en las que el artillero porteño consiguió un total de cuatro dianas. La última posibilidad de Di Stéfano para jugar una gran competición internacional y un Mundial llegó en la cita de 1962 en Chile. España primero se deshizo con bastantes dificultades de un correoso conjunto galés y a continuación hizo lo propio con Marruecos en un playoff internacional. Convocado para el torneo por el seleccionador Hernández Coronado y el técnico Helenio Herrera una lesión en un choque de preparación le dejó sin poder actuar un solo minuto en el Mundial. Viajó hasta Chile por si podía jugar a partir de la segunda fase pero España cayó en la liguilla al ocupar la tercera plaza y la “Saeta Rubia” no pudo nunca debutar en una Copa del Mundo.
Su último partido vistiendo la camiseta roja del combinado español había tenido lugar a finales de 1961 en un encuentro frente a Francia en Paris que finalizó empate a uno. Para la historia dejó un bagaje con la Selección hispana de 31 partidos disputados y 23 goles conseguidos.
En el banquillo del Valencia |
Sus siguientes destinos fueron el Sporting de Portugal, Rayo Vallecano y Castellón hasta que regresó al Valencia en la temporada 1979-1980. El equipo valencianista era el vigente campeón de Copa y aquel curso disputó la Recopa que acabaría logrando ante el Arsenal en los penaltis. Kempes era la estrella de un Valencia en el que también formaban jugadores de enorme clase como el alemán Bonhof, Solsona o Saura. Un año más tarde se marchó a Argentina para coger las riendas de River Plate al que haría vencedor del Torneo Nacional en 1981 después de doblegar en la final a Ferro Carril Oeste y luego cumplió uno de sus sueños más anhelados, sentarse en el banquillo del Real Madrid.
En la entidad merengue realizó una buena labor pero la suerte en los momentos decisivos no le acompañó. Los blancos disputaron en 1983 la final de la Copa, Copa de la Liga y Recopa, perdiendo en todas ellas y en la competición doméstica también ocuparon la segunda posición tras el Athletic Club. Di Stéfano se quedó una campaña más en el equipo madridista pero de nuevo el club bilbaíno les arrebató la Liga, esta vez gracias al goal-average. A mediados de los 80 retornó a Boca en una segunda etapa que duró unos pocos meses y entre 1986 y 1988 estuvo en el Valencia.
Su tercer periodo en el club del Turia no empezó bien, llegando en una complicada situación sustituyendo a Óscar Valdez en mitad de Liga y no pudiendo evitar el descenso a Segunda División. Sin embargo la estancia en la categoría de plata solo duró un año y tras proclamarse campeón de Segunda en el curso 1986-1987 el Valencia volvió con los grandes del balompié español. En la temporada 1987-1988 lideró el proyecto de la institución ché en Primera División pero en la jornada 29 fue destituido por el presidente Arturo Tuzón tras una racha negativa de resultados. Su última experiencia en la faceta técnica fue otra vez en el Real Madrid, al que llegó a finales de Noviembre de 1990 e hizo ganador de la Supercopa de España pocas fechas después.
Desde 2001 hasta el momento de su muerte ostentó el cargo de Presidente de Honor del Real Madrid.
A lo largo de su vida recibió numerosas condecoraciones entre las que destacan la Medalla de Oro al Mérito Deportivo, la Medalla al Mérito de la FIFA, el Tambor de Oro de San Sebastián, un puesto en el Salón de la Fama de FIFA o la Gran Cruz de la Real Orden del Mérito Deportivo.
Falleció el 7 de Julio de 2014 en Madrid a los 88 años pero el legado que nos dejó es inmortal.